Hoy por la mañana, al despertar, lo primero que hice fue ponerle la correa a Fido.
Salimos a caminar, pero esta vez lo deje que me guiara.
Afortunadamente no tomó el camino que acostumbramos para llegar a su parque favorito, me llevó por otro lado.
Caminó y caminó hasta que decidió dar vuelta y regresar...
En todo el camino, lo único que hice fue aferrarme a la correa, la de los Pumas... la que le puse por última vez a Koko Ferecín...
A pesar de ser corto el tiempo que vivió, y que vivió con nosotros, fue suficiente para integrarse a ese lazo que se llama familia...
Gemir pegado a mi pierna pidiéndome lo subiera al sofá, en un diálogo de padre e hijo que nadie más que mi familia entenderá; esconderse bajo el mismo sofá cuando descubríamos la última maldad hecha, como orinarse de nuevo fuera del periódico o comerse algún zapato o sacar las prendas de la ropa sucia... esos detalles... la manera en que solito se acercó a chillarnos que algo le pasaba a su ojo... esos detalles... ese tipo de detalles son los que me daban momentos de felicidad y ahora de nostalgia.
Su eterno juego de pelear con Fido, sus constantes pleitos por la carnaza...
El movimiento de su cola para recibirnos cada que abríamos la puerta...
En la calle no se dejaba cargar por desconocidos...
Era inmensamente feliz en los brazos de su mami...
Cuando Fido defecó, sólo al embarrarme los dedos me di cuenta de que no me había puesto bien la bolsa para recoger sus heces. No tuve idea de la distancia hasta que Fido se detuvo, más allá de lo acostumbrado.
Al regresar, lo solté para que se fuera a recostar a la cama nuevamente, a acompañar a su mami... No sé cuánto tiempo paso, antes de darme cuenta que seguía con la correa en las manos...
Koko Ferecín nació el 24 de octubre del 2009. El 9 de febrero decidió correr a la otra vida...
miércoles, 10 de febrero de 2010
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