miércoles, 11 de noviembre de 2009

BUSCANDO REDENCION

Cada cuento, cada línea que escribo, cada aforismo... cada chaqueta mental, tuvieron un origen.
Ahora, ESTO QUE ESCRIBO ES UNA DECLARACION EN LA QUE RECONOZCO QUE EN MUCHAS VECES LA REGUÉ, LA CAGUÉ Y, DE PLANO, PERDÍ EL RUMBO...
ESO PORQUE NUNCA LE DI SU VERDADERO CREDITO A MI VERDADERA INSPIRACION, A MI MUSA, A LA PERSONA QUE EN LOS ULTIMOS DOS AÑOS ME HA AYUDADO A ESCRIBIR LO POCO QUE HE PUBLICADO.
MIS COLABORACIONES EN GENERACION, MIS CUENTOS, LOS QUE ESTAN AQUI, Y LO QUE AUN NO HE TERMINADO....
TODOS TIENEN UNA SOLA INSPIRACION...

A TI MELISSA ROBLES...
AUN SIGO EN DEUDA CONTIGO.... AUN TE DEBO MUCHO, MUCHISISISISISMO
Y AUN PEDIRTE PERDON NO ALCANZA. LO SE

sábado, 24 de octubre de 2009

RUCANROLEANDO

Ante lo deteriorada que está mi salud, para la cual, de plano, no encontré la receta casera que me evitara buscar la ayuda de un doctor...
el stress, anemia, presión alta, temperatura por abajo de lo normal, sólo para empezar, me han tenido medio encerrado en casa...
y no tanto por los síntomas, sino porque enclaustrado en mi cuarto es como puedo evitar las pedas y reventones que empiezan a doblegar a mi parte física, que no la espiritual

la doctora para no adelantar un dictamen sobre mi condición, me mandó hacer unos análisis y, por ahora, me recetó paracetamol (una pastilla cada 6 horas, durante 4 días) y reposo... no que tratara de reposar, dijo que repose.

hago lo posible...
y no sé por qué, pero de pronto me puse a buscar en Youtube algunas de las rolas que me marcaron en la época de transición infancia-juventud.
bon y los enemigos del silencio, ritmo peligroso, pedro y las tortugas...
trolebus, tex tex, el haragán...
josé de molina, gabino palomares...
hasta del silvio rodríguez...

mi recorrido cibernaútico, pasando de una banda a otra, de una rola a otra (de las que me acordé y de las que encontré en el menú), al final ayudó a olvidarme del entorno.
y por un rato pude olvidarme del trabajo y, sobretodo, me quité de la cabeza el dolor que desde hace un par de semanas me acompaña 24 horas al día...

la máquina del tiempo resultó más efectiva que el paracetamol.
pero cuando forcé a la máquina de la memoria a recordar a más grupos y rolas de mi pasado ochentero y noventero... regresé al presente a encontrarme con el maldito dolor que parece levantó su residencia en mi cabeza.

lo que sí, me doy cuenta de que aún tengo la facultad de pasearme por el universo sin salir de casa.

domingo, 18 de octubre de 2009

SOLVEIG DOMMARTIN

Algo que siempre le he reprochado a este lugar donde, desde hace 10 años, es su distanciamiento del mundo...
apenas hoy me entero que Solveig Dommartin, una actriz que me marcó por su papel en la cinta de Wim Wenders, Hasta el fin del mundo, tiene más de dos años que murió.

durante años intenté conseguir el DVD de esta película de ciencia ficción, sin éxito. pero conservo el soundtrack que compré hace más de quince años en la librería El Sotano, y que todavía escucho.

aún con la esperanza de que alguien invente una máquina que recupere nuestros sueños del olvido, como en la película, retengo unos cuantos sueños, por lo menos hasta que pierden interés.
y en tanto la muerte no salga a buscarme, yo sigo en esa eterna búsqueda sin sentido...

sábado, 17 de octubre de 2009

GAFAS

Desde hace días me duele la cabeza. me pongo frente al monitor y el dolor aumenta. síntoma de vejez que me dice que mi vista necesita apoyo y de me pide le adelante la navidad con unos lentes...................

domingo, 11 de octubre de 2009

UNA POR OTRA

Los momentos buenos que pasamos juntos cruzaron por mi mente mientras veía tu partida, conteniendo el impulso de arrebatarte de los brazos a los que te entregué.
Desde que llegaste a mí, mantuve la idea de que no sería por siempre y, de esta manera, no encariñarme del todo.
Pero días antes de que llegara este momento, cuando era un hecho que nos separaríamos, comencé a sentir tu ausencia por lo mucho que hicimos juntos; por todo lo que llevarías contigo, en tu memoria.
Fue casi una semana de noches que no resultó fácil dormir. Por el debate interno que mantuve con las dos únicas posiciones: dejarte ir o quedarme contigo, con el riesgo que esto significaba.
Y ya lo ves, ahora no estás aquí.
Han pasado más de tres semanas y aún te extraño pues, aunque no parece, te llevaste una gran parte de mi vida que no será fácil recuperar.
Casi tres años, más otros retazos de mi pasado son los que te dí.
Y así como te dí, me queda claro que también te quité.
Asumo toda la culpa del estado en que quedaste; deteriorado sin lugar a dudas, difícil de curar.
Eso sí, te repondrás, estoy seguro. Si no al cien por ciento, sí en gran medida.
Sé que alguien ya te espera; alguien al que harás feliz. No me atrevo a predecir si serás correspondida… si te valorará igual o más que yo.
Pero tengo la certeza de que estarás bien. Lo sé porque conozco a la persona con quien en breve te juntarás.
Por mi parte, al paso del tiempo me olvidaré de ti. Está en mi naturaleza. Ya me ha pasado antes.
No quiero decir que te cambiaré por otra, pero es así.
Precisamente, mientras te escribo esto, comienzo una nueva vida a lado de otra.
Sí, fueron casi tres años los que compartimos…
Ahora, mientras que tú ayudarás a mi sobrino con sus tareas de la secundaria, y haces todo lo que pida, que esté a tu alcance, yo me apoyo en esta nueva lap.
Adiós Ibook. Bienvenida BenQ.

viernes, 11 de septiembre de 2009

LA HISTORIA NO QUIERE SER CONTADA

Desde hace varios días, casi suman un mes, quiero escribir una historia que, me parece, reúne los requisitos que justifiquen el tiempo a dedicarle en su elaboración.
Pero, no es que el ritmo de vida agende mis actividades según la importancia, para pensar ahora que mis textos sólo los escribiré si valen la pena. De hecho, hasta me sobran horas del día.
Tampoco tengo un bloqueo mental, como ha pasado en otras ocasiones, que me impida vaciar mis ideas en esta pantalla.
Ni el desgaste de las neuronas, ni el deterioro de mis funciones cerebrales, tras 17 años de trabajo bajo los efectos del alcohol; 9 años laborando horas extras, hasta altas horas de la noche, ocasionalmente con turnos de 48, 72 y 96 horas; y 6 años manteniendo este ritmo con la ayuda de “vitaminas”, es la causante de que aún no escriba la historia que pretendo.
Es una historia que no quiere ser contada, así de simple. No en este momento.
Por ahora, prefiere refugiarse en uno de los pocos compartimentos que le quedan a mi memoria.
Esta historia quiere crecer, desarrollarse, para que, cuando sienta que está lista, salga de su escondite, revelándole al mundo lo que hoy sólo yo conozco.
Quizá mañana, en una semana, un mes, 10 años… mejor que sea la propia historia quien diga cuándo podremos conocerla.

lunes, 24 de agosto de 2009

UN AÑO, ABUELA

Creo que el 25 de agosto es un buen día para salir de aquí...

martes, 18 de agosto de 2009

OTRA PUNTADA

Por si una no es suficiente, aquí hay otra...

18 de agosto del 2009

Comunicado No. 841





“Mujeres de Arena”, en Solidaridad





El trabajo que en materia de prevención y de seguridad pública desarrolla el presidente Román Quian Alcocer se refleja en la atención para que las mujeres y niñas de Solidaridad estén protegidas en comparación con otras partes del país, destacó la Directora de Equidad y Genero, María Soto de Mandret, durante la presentación del libro “Mujeres de Arena”.



Ayer se llevó a cabo, en el auditorio del Centro de Cultura de Solidaridad, la presentación de este libro del autor Humberto Robles. Ahí la Directora de Equidad y Género expresó que Solidaridad es un municipio que está libre de asesinatos a mujeres y niñas.



El autor de “Mujeres de Arena”, presentó su obra que relata, a través de poemas escritos por diferentes literatos e intervenciones de familias, los casos de las llamadas “muertas de Juárez”.



María Soto de Mandret dio la bienvenida a este escritor que, en su obra, narra las historias de los asesinatos de mujeres y niñas en Ciudad Juárez.



“Es un gusto saber que el gobierno de Román Quian Alcocer trabaja fuertemente por la seguridad de las mujeres solidarenses. Felicito al Comandante Rodolfo de Ángel Campos quien está a cargo de la Dirección de Seguridad Pública, por trabajar de manera eficiente, dando buenos resultados para los solidarenses”, señaló Soto de Mandret.



Por su parte, la Directora de Cultura, Lili Miss Martínez, destacó que Humberto Robles llegó hasta Playa del Carmen para presentar su obra en la cual da a conocer las injusticias que se viven en otras partes del país.



“Debemos de trabajar en conjunto para que la impunidad no llegue a nuestros corazones, como padres y autoridades somos responsables de las nuevas generaciones que vienen y que son el futuro de nuestro estado”, puntualizó.



Asimismo, cabe mencionar que Humberto Robles colabora en la Asociación “Hijas de regreso a Casa” la cual se encarga de ayudar a las familias que perdieron a sus hijas, esposas etc., en un homicidio.



Al evento asistieron, entre otras personas, la regidora Amada Moo Arriaga, el Director de Seguridad Pública, Rodolfo del Ángel Campos; la Subdirectora del DIF-Solidaridad, Patricia León Quince; el Subdirector de Turismo, Augusto Sosa Selem y la representante de Mujeres de la CROC, Carmen Cruz, entre otras personas.

viernes, 14 de agosto de 2009

QUÉ BUENA PUNTADA

Es gracias a este tipo de puntadas que no me he animado a publicar un libro en esta entidad:

http://www.solidaridad.gob.mx/index.php/agosto/1755-manual-para-ser-alcalde-en-quintana-roo-en-solidaridad

“Manual para ser Alcalde en Quintana Roo”, en Solidaridad


Miércoles, 12 de Agosto de 2009 15:18

Con el apoyo del Ayuntamiento de Solidaridad, este viernes 14 de agosto el escritor Ismael Gómez Dantés presentará su libro "Manual para ser Alcalde en Quintana Roo", en las instalaciones del Auditorio del Palacio Municipal. La ceremonia se ha programado para las 19:00 horas, y se ha invitado a personalidades de la comunidad cultura e intelectual, así como a autoridades y ciudadanos del municipio.

De acuerdo con el autor, este libro "Manual para ser Alcalde en Quintana Roo", es un divertimento político-profiláctico, en donde se conjugan testimonios de suspirantes y actores políticos que ya han probado las mieles del poder.

Gómez Dantes destaca que su obra es un breve manual que contiene testimonios alternados como los del presidente municipal de Solidaridad, Román Quian Alcocer; la Secretaria de Turismo en el estado, Sara Latife Ruiz Chávez, entre otros.

El autor explica:

"Manual para ser Alcalde en Quintana Roo", es autoría de un escritor tan irreverente, como puntilloso, con 25 años en el periodismo.

En el cuerpo del libro, Gómez-Dantés consigue el decálogo plural e ideal, para llegar a ser alcalde, o mejor aún, los errores que uno no debe cometer en la rebatinga de altos vuelos que hoy en Quintana Roo adquiere una vigencia coyuntural, en tanto que el run run, el sube y baja, el pasabocas, el cotilleo, el comentario de café, trasbambalino, o de mesa de redacción, avisa una sucesión adelantada...

El breve manual contiene testimonios alternados en el libro como lo son:

Román Quián, alcalde de Solidaridad
Pedro Joaquìn Coldwell
Sara Latife Ruiz Chávez
Carlos Cardín Pérez
Don Gastón Alegre
Miguel Borge Martín
Roberto Borge
Aurelio Joaquín
Lupita Novelo
Rafael Lara y Lara
Jorge Polanco Zapata
Carlos Joaquín González
Fidel Villanueva
Fernando Martí Brito, entre otros.

Y añade:

Salpicado de ironía y de humor, el texto puede provocar de todo menos indiferencia y uno puede reconocer a lo largo de la lectura el estilo juguetón, la sátira y el filoso bisturí del autor de la muy famosa columna política: Jaranchac Político, claro está, aderezada de la sabia asesoría de su séquito elite de asesores mayas entrenados en Israel...


Tres horas antes de escribir esto fue la presentación, a la cual por supuesto no asistí.
Pero, por lo que me contó un amigo, creo que fue un error de mi parte.
Esto porque, en este lugar, no es común que alguien presente un libro y, por lo mismo, no sé cuándo sucederá de nuevo.

A este tipo de eventos son más los políticos que llegan, con el único propósito de figurar. Hace poco más de un año me di cuenta.

Para celebrar los XV años de la creación de este municipio, Solidaridad, el gobierno local le regaló a las principales figuras del poder un ejemplar del libro, especialmente encargado al cronista de la ciudad, Raymundo Tineo Celaya, que recoge la historia de este capítulo: “XV Años de Solidaridad, 1993-2008”
El texto, es una recopilación de las anécdotas y situaciones que llevaron al nacimientos del octavo municipio del estado de Quintana Roo, narrada por sus principales protagonistas.
El libro se ganó decenas de reconocimientos y elogios de funcionarios hipócritas que ni siquiera leyeron el prólogo.
Al haber participado en la elaboración de “XV Años de Solidaridad”, estuve presente en la mayoría de las entrevistas que el cronista realizó a los actores que participaron en este capítulo de la historia local.
Tras la presentación del libro, pedí la opinión, a algunos de los entrevistados, sobre el trabajo elaborado.
Todos respondieron lo mismo: Muy bien hecho.
Pero cuando hacía referencia a una foto o una parte del texto, a fin de intercambiar impresiones…

Fue una turista extranjera quien le dio más valor a la obra.
Al encontrar el texto, en uno de los estantes de la biblioteca “Leona Vicario”, se interesó por él, preguntándole a la encargada del lugar dónde podía comprarlo.
La bibliotecaria la remitió a la dirección de Comunicación Social donde, luego de suplicar por una copia, el entonces titular del área le regaló un ejemplar.
Cuando me enteré de esta anécdota, fue cuando sentí la satisfacción de haber colaborado en la publicación.

Y, por todo esto, me queda claro que es preferible ser un autor no publicado a presentar un libro que sólo alimentará mi ego y que servirá de pretexto para reunir a decenas de branquiacéfalos que, llegando a su casa, dejarán mi obra en el fondo de su estupidez.

martes, 11 de agosto de 2009

PACTO

Parece que el pacto de no agresión, que acordé con las computadores, expiró.
Pasaron varios meses, algunos años, sin descomponer ningún equipo, desconfigurarlo o infectarlo, hasta que esta tarde eché a perder el messenger y alteré el iTunes.

Ya perdí la cuenta de las computadoras y lap's que he jodido. Pero en todas las ocasiones ha habido un común denominador: no tener la mínima idea de cómo lo hice.

La primera que desconfigure, fue una lap que mi amigo el Guayabo me prestó para escribir mis cuentos... nunca me cobró la reparación.
A mi hermano, me parece que le jodí dos equipos. El primero no lo tengo claro. El segundo fue en el 2004 cuando trabajaba unos escritos y al irse la luz, ni con el regulador se salvó el ventilador de la computadora de quemarse... como tampoco la libró, en la compostura, de que le cambiaran partes viejas por las casi nuevas del equipo.

Tiré una lap por no asegurarme de que el portafolio en el que la llevaba siempre estuviera cerrado. A otra la aventé contra la pared, como represalia a sus continuos bloqueos, afectando mi trabajo.

Y la primera lap que no me dio ningún problema e, incluso, me permitía acceder al Internet gratuitamente, la rematé en 1,500 pesos para costearme el viaje de vuelta a este lugar.

Todos estos incidentes, de alguna manera, me llevaron a un acuerdo de convivencia.
Procuré, entonces, usar cualquier equipo, de quien fuera; prestado, rentado o asignado para mi trabajo, a fin de no dañarlos.
Y desde que compré esta iBook, a mi hermano, también la he utilizado responsablemente.

Sin embargo, como las veces anteriores, la desconfiguré sin encontrar una sóla explicación sobre las causas que me dejaron sin messenger y que me tienen subiendo mi música al iTunes para poder escucharlas, canción por canción...
Menos mal que no tengo ganas de manifestar mi ignorancia aventando la Mac contra la pared.

jueves, 30 de julio de 2009

RESTOS DEL PASADO RECIENTE

Hay amigos que encuentro en momentos inoportunos, o cuando menos quiero ver, pero que, al menos, me ponen al tanto del mundo que deje atrás, semioculto.
Fue el caso de Raúl, integrante del denominado “escuadrón de la muerte” y cincuentón que cambió la guitarra por la cañita; uno más de los que la arena cobija por la noche en la playa.
Apoyado por unas muletas, caminó hasta el puesto de cochinita pibil donde yo esperaba una torta que hiciera pareja con mi Coca Cola.
Tres, quizá cuatro años de no coincidir en las calles de este intento de ciudad justificaron el gasto extra para convidarle una torta y un refresco igual al mío.
La sencillez de su vida, le permitía hablar sin disimulo.
Como si pidiera la hora, preguntó si aún me atascaba de perico, generando reacciones distintas en los gestos de las cuatro personas que estábamos alrededor del puesto ambulante.
Para balconearme de plano, Raúl exhibió el rubor que pintaba mi rostro, “estás bien rojo, mi hermano, qué onda así”.
Antes de que siguiera haciendo pública mi vida privada, o los vicios que guardo en ella, le pregunté sobre su historia, enfocándome al origen de las muletas que lo sostenían.
Fiel a su modo de ser, sintiéndose una persona culta que no termina de aceptar que es un paria, expuso que padecía de un aumento asintomático de ácido úrico en la sangre.
Sin dar tiempo a una respuesta, definió en una palabra su enfermedad, gota, para así verse como un erudito viviendo entre ignorantes.
Consciente de que esa torta podría ser el único alimento del día, o más, la consumió pausadamente. Y, con ello, sacarme otro refresco, el cual pidió para llevar en una bolsa a falta de vaso desechable.
Mi poca pericia para poner fin a un encuentro de esta naturaleza, me llevo a un lento recorrido sin rumbo, acoplándome al paso de Raúl quien, por su parte, hizo un recuento de los integrantes del “escuadrón”.
Los que quedan, los que se llamaban.
Los que pudieron dejar al “escuadrón” y la botella; y los que ocuparon su lugar.
Sólo a unos cuantos ubiqué de los múltiples apodos que citó Raúl. Pero les di la misma importancia a todos: ninguna.
Igual que con los cientos de turistas con quienes mantuve una cordial relación en el pasado, ésta fue breve, esporádica; semejante a la que tenía con algunos de los miembros del “escuadrón”.
Calles después, cuando pude anunciar la despedida, Raúl utilizó el momento para pedirme “una moneda”. Como si fuera un protocolo a seguir cada que nos encontramos.
Sin embargo, no sé por qué se la negué en esta ocasión. En todos los encuentros anteriores, siempre hice la parte que me correspondía de este “protocolo”.
Ni siquiera recurrí a la clásica mentira de no tener cambio en ese instante. Simplemente le dije que no.
Ahora, creo que fue el hecho de decirme que ya no tomaba y que la moneda sería para costear su pasaje a la doble A, lo que me llevo a negársela.
“Una moneda, la que haya en tu corazón”, suplicaba en un último intento.
Al preguntarle qué había, entonces, en su corazón, respondió que “pura vida”.
“Yo también tengo pura vida, Raúl”, dije dándole la espalda a él y a los restos de mi pasado. Pero sin librarme de un “¡pinche culero!”, con el que se despidió, y que mi cerebro conserva, aún, en sus entrañas.

viernes, 24 de julio de 2009

MI NUEVO CUARTO

Pareciera que ninguna habitación me soporta y por eso soy una especie de nómada moderno que, para no sembrar y cosechar, me quedo en un sitio hasta que éste ya no cubre mis necesidades, y emprendo la marcha a otro lado.

Mi nuevo cuarto mide seis metros de largo y tres de ancho, pero cuenta con baño individual que tiene puerta con espejo y hasta un ventilador de techo que es de gran ayuda para no encerrar el calor.
No le cabe un librero pues el sofa-cama acapara el espacio, incluso el aéreo ya que no puedo mecerme en la hamaca o, de menos, estirar mis extremidades como acostumbro para un descanso más agradable.
Unas repisas de cemento compensan la falta de espacio permitiéndome poner mis libros (pocos, por cierto), películas y cuadros. Y el closet con puertas sirvió para que las cosas que deben estar regadas en el piso, para darle ese imagen de desorden a la habitación, las ocultara.
Otro ventilador de techo hasta ahora cumple adecuadamente su función de lanzar aire fresco, pero con el riesgo de golpearme las manos si por un descuido las levanto, ya sea para ponerme una camiseta o jalando la cadena que enciende y apaga el foco.
Si la temperatura llega a ser insoportable, el aire acondicionado será mi mejor amigo por su importante contribución para quitarme el calor.
Tengo un frigobar al cual pienso meterle un Jagermaister, un Jameson y unas cervezas para consentir a las visitas. De momento sólo conserva mi yogurth para el cereal, dos manzanas y mi tarro de los Pumas con agua.
La estufa eléctrica servirá para prepararme de vez en cuando algún alimento; huevos revueltos con salchicha y chilaquiles principalmente.
Y la barra de cemento la podré adaptar como mesa, aunque ahí estará mi reproductor de música, el que guardé en una casa de empeño por 300 pesos para acompletar el depósito.
Igual de cemento, una especie de centro de entretenimiento diseñado exclusivamente para colocar el televisor, separa dos ventanas con vista al pasillo.
Éstas últimas, preferí dejarlas con las persianas cerradas, evitando así que mis vecinas se cohiban o sientan incomodas ante mi lasciva mirada.

Mi cuarto, o estudio, es parte de un conjunto habitacional; seis edificios con cuatro estudios, más otras casas que ocupan la mayor parte de la manzana.
La renta del reducido espacio que me dará privacidad, me da derecho a usar un patio con jardín, que cuenta con una mesa y dos bancas de cemento, y un asador para carnes, aptos para organizar una parrillada con mis amigos… en tanto no perturbe la tranquilidad de mis vecinos.
Vivo en una zona céntrica, a cinco calles de la playa y la zona turística, a cuatro de mi antro favorito, a tres de mi oficina, y a dos de mi taquería predilecta.
Por su ubicación, es obvio que la renta me obligará a administrar cuidadosamente mi salario.
Es probable que la estufa eléctrica la utilice un mayor número de veces, a como pensé en un principio.
Tal vez me adapte a las altas temperaturas y olvide que tengo clima artificial, para que los recibos de la CFE sean fáciles de cubrir, evitando el corte en el suministro.
A lo mejor las chelas y el alcohol con que quiero recibir a las visitas no las habrá en el frigo y sólo tendré para ofrecer a las visitas un vaso con agua.
Quizá nunca organice una parrillada y en la mesa del patio sólo se sentarán los amigos a fumar cigarros; ni siquiera mariguana por aquello de la mojigatería humana que conlleve a que la administración me pida el cuarto.
El espacio de 6 por 3 no vale el precio que tendré que pagar en los siguientes meses, estoy consciente.
Sin embargo…
A pesar del área tan reducida, que me obliga a contar con lo necesario para no hacerlo más estrecho, hay suficiente espacio para la mesa plegable donde asiento mi iBook G4.
Por ahora, estoy bien así. No me hace falta un lugar más grande para salir del mundo.
He estado en diversos cuartos; en unos, rentando solo, y en otros, compartiendo.
El último refugio que renté solo, durante 54 meses, era de 6 por 4.

Mucho tiempo atrás, viví en una palapa de 3 por 3 con un amigo, la cual estaba dentro de una propiedad donde compartíamos un baño y un pozo del que sacábamos el agua para echar a la taza y para ducharnos, con otras seis palapas habitadas por familias de 4 y hasta 7 integrantes; en una época en la que nos era difícil pagar 600 pesos (300 cada uno) de renta.
En condiciones muy distintas a las de aquél tiempo, el sentimiento que festejo en este instante es comparable al que me ayudó a resistir ese periodo.
La satisfacción de abandonar el nido materno, liberarme de las obligaciones y normas que regían bajo ese techo y, sobretodo, no depender más del dinero de otros, fue el aliento que me mantuvo tres meses soportando esas deplorables condiciones.
Como en esa época del 99, llego a un sitio que desde hoy identifico como mi hogar. Sin dinero, igual que hace 10 años, aunque ahora con un empleo.
Eso sí, a diferencia del ayer, no tenía dinero pero tampoco deudas. Hoy tengo sólo un poco, insuficiente para cubrir todos los préstamos y obligaciones fiscales.

Durante el tiempo que permanecí en aquella palapa de 3 por 3, miraba al futuro. En esta habitación de 6 por 3, escribiendo esto, miro al pasado.

lunes, 29 de junio de 2009

OTRO DIA PARA ESTAR ENCERRADO

Los días que no quiero ver a nadie son aquéllos cuando veo a todos.
Y en los días que estoy de buen humor y quiero verlos, de alguna u otra manera todos provocan que, al llegar la noche, cambie de opinión.
De los siete días que tiene la semana, sólo en uno tengo ánimos de convivir con amigos, conocidos, y con la gente que por cualquier motivo estoy obligado a tratar; como la cajera del súper o el despachador de la tienda o el chófer del transporte público.
El resto de la semana, quisiera permanecer encerrado en mi habitación. No salir ni un instante, ni siquiera al baño o a la cocina donde está el refri con mis cervezas y el sobrante de la pizza del día anterior.

Hoy fue uno de esos días.
Comenzó a las 6 de la mañana, cuando mi madre puso a todo volumen el noticiero de la radio, y gritándome que me apurara a bañar porque ella también lo haría.
No conforme con hacer el trabajo de ese invento llamado despertador, mi madre me presionaba para comer los huevos revueltos con jamón que preparó, antes de que se enfriaran, justo cuando las primeras gotas de la regadera caían sobre mí.
Al buscar una cerveza para calmar la sed que la resaca generó, me doy cuenta de que el resto de la pizza no está en el refri y, automáticamente, la buscó en el bote de basura pues era un hecho que la encontraría ahí.
Adelantándose a mis reclamos, mi madre se defiende con el único argumento que por años ha utilizado, de que esa no es comida de verdad, y que necesito alimentarme bien.
Tratando de no discutir tan temprano, destapo la botella de cerveza y le doy un trago. Pero antes de darle otro, ella me arrebata el envase y vierte en el fregadero el contenido.
Mantengo la calma. Abro el refri y saco otra botella. La destapo y acerco a mi boca.
De nuevo, su mano se interpone en el proceso de curación de la cruda.
Sé que sólo queda una, la cual no tendrá el mismo destino de las anteriores. Así que le advierto no hacer eso otra vez.
Sin embargo, confiada en que es la autoridad de la casa por el simple hecho de ser mi madre, saca la cerveza antes que yo, le quita la corcholata y manda al desagüe mi medicina.
“Terminate el desayuno, vas a llegar tarde a la escuela”, expresa antes de refugiarse en el baño, evitando una discusión.
En venganza, que más bien era justicia, tome el único billete de 500 pesos que había en su bolso, dejándole unas cuantas monedas que no sumaban ni los 30 varos.

Al salir de casa, obvio no lo hice con la intención de irme a la escuela, sino para que ella así lo creyera.
Agazapado en una de las bancas del parque cercano a la casa, media hora después observó a mamá caminando a la parada y tomar el autobus.
Antes de regresarme al hogar, busqué una tienda donde comprar otras cervezas para atacar la cruda.
Ésta se me quitó más por la larga caminata que hice para hallar una tienda abierta y donde al encargado no le importara el horario ni la ley que prohíbe la comercialización de este producto.
Ya en casa, pronostiqué un excelente día. Pero al asomarme a la calle, para ver quién tocaba la puerta tercamente, casi a golpes, mi predicción resultó errónea.
Margarita, compañera de clase, se mostraba feliz al confirmar que su intuición de encontrarme en casa y no en la escuela era así.
Sus ganas de hablar sin descanso, contrastaban con las mías de permanecer callados, viendo al techo.
Tras unos 10 minutos de soportar su perorata, le dejé el control de la televisión y el estéreo para que se entretuviera mientras yo me encerraba en mi cuarto con otra cerveza.
No supe si utilizó su celular o el teléfono de casa, pero una hora después, en la sala de mi casa, Margarita ya era la anfitriona de una improvisada fiesta para sus amigas.
Conté a cuatro chicas y a Margarita, buscando entre los CD’s de mi madre algo para amenizar esta reunión.
Al mismo tiempo que le daba un trago a una nueva cerveza, que es por lo que bajé a la cocina, Margarita me presentaba a sus amigas, a quienes les dí la espalda a modo de saludo, regresando a mi encierro.
A pesar de que su escandalo me perturbaba, al poco rato logré olvidarme de éste, manteniendo la mirada en el techo.
Por un instante, logré que mi mente dejara la tierra y se paseara por el universo, hasta que los golpes en mi puerta me regresaron a mi cuerpo sobre la cama.
Margarita, al disculparse por la interrupción, me informó que había alguien al teléfono preguntando por mi.
Salí a atender la llamada. En realidad, sólo fui a colgar la bocina y regresé a mi lugar en la cama, intentando perderme en el universo una vez más.
Parecía que el mundo no estaba dispuesto a permitir mi salida pues, 15 minutos más tarde, el “toc toc” en la puerta posponía el viaje.
En el pasillo, Bruno me reprochaba por no invitarlo a la fiesta y colgarle el teléfono.
Para perdonármelo, según él, una botella de ron que tenía en la mano era la mejor forma de olvidar esto, y de paso, fue su boleto de entrada a la sala de mi casa.
Una vez solo, se me dificultó salir al universo, como hiciera antes, generando ese sentimiento de derrota por no lograrlo.
Intentando relajarme, fui por otra cerveza.
Al cruzar la sala, vi que las cinco chicas cubrían el cuerpo de Bruno, quien estaba sin ropa ya, con sus manos y caras, con besos y caricias.
La escena no me perturbó en lo absoluto. Pero descubrir que ya no había cervezas, sí.
Evidentemente, nadie de los que estábamos en esa sala tenía deseos de salir a la calle, aunque los motivos fueran distintos, así que tomé la botella de ron pues como iban las cosas, a ellos no les importaba.
Y, ocupados en nuestras cosas, parecía que la salida al universo era cuestión de minutos.
Los golpes en la puerta de la calle, me hicieron ver que, definitivamente, el mundo no quería que me fuera.
Ignorado por las visitas, quienes no se molestaron en abrir la puerta como les pedía, dí la bienvenida a dos sujetos que preguntaban por Bruno.
Señalé la sala y subí a mi habitación.
Antes de recostarme, noté que la luz solar ya no entraba por la ventana, me asomé para ver en que parte se encontraba, dándome cuenta de lo avanzado del día.
Todavía no llegaba a mi cama, cuando ya la puerta del cuarto sonaba una vez más. Los dos tipos preguntaban por el ron que tuve darles, luego de vaciar lo suficiente en un vaso.
Y si todo esto no era suficiente para entender que el mundo no quería que me fuera a la cama y que viajara por el universo, mirando el techo; el maldito “toc toc” en la puerta principal se sumaba al mensaje.
Una de las vecinas amenazó con acusarme sino le bajaba al escándalo, es decir la música, que desde hace horas teníamos.
No acostumbro azotar la puerta en respuesta a este tipo de advertencias. Así que no lo hice. Cerré, no obstante, sin decirle una palabra a la vieja apestosa.
Inmediatamente después, fui a la sala a bajar el volumen del estéreo y, de paso, tomé la botella de ron pues ninguno de los 8 que ahí estaban tenía en mente alcoholizarse; la orgía lo dejaba claro.
No llegaba a mi cuarto, cuando la puerta de la calle sonó una vez más…
A la vecina no le bastó conque le bajara a la música; fue un insulto para ella que le cerrara la puerta, al grado de solicitar el apoyo de la policía.
Dos uniformados, escuchaban las acusaciones de la vecina, dándose cuenta de lo estúpidas que eran. Pero como representantes de la ley, se vieron obligados a llamarme la atención.
Ni siquiera mi compromiso con la autoridad calmó a la desgraciada esa. Antes de que se retiraran todavía denunció que yo era un vago, alcohólico y hasta drogadicto que nomás le hacía la vida de cuadritos a mi mamá.
Me esperé a que los policías se dieran la vuelta, antes de cerrar la puerta.
Pero apenas lo hice, ésta se abrió.
Mi madre escuchaba las quejas de la vecina, y ambas eran observadas a distancia por el par de policías, quienes al parecer decidieron esperar por si algo ocurría.
La ponzoña de la vecina causó un efecto inmediato en mi madre, quien casi corrió a la sala para sacar a base de mentadas a las 8 personas que, apuradamente se ponían la ropa, aunque ésta no fuera la suya.
Las dos mujeres todavía intercambiaron las impresiones del incidente, a un lado de la entrada, en tanto que los uniformados abordaban su patrulla, retirándose del lugar sin contener las risas que el momento ameritaba.
Una vez en mi habitación, contemplé el horizonte que un sol en picada todavía iluminaba, y me tendí sobre la cama.
En representación de todo el mundo que no quería dejarme viajar por el universo, mi madre ya no se ayudó de puerta alguna para solicitar mi presencia, simplemente me gritó ordenando que bajara a la sala.
Recordando las miles de veces como se dan estas discusiones, preferí evitarla en esta ocasión y continúe en la cama con la mirada al techo.
Eran tantas las ganas por viajar como había hecho horas atrás, que rápidamente logré concentrarme en mi objetivo.
Y estaba a punto de llevar a mi mente por ese basto universo, cuando la puerta golpeada por mamá, interrumpió el despegue.

Definitivamente, el mundo no quería dejarme solo por un día, así que salté por la ventana para dejarlo por siempre.

Pudo más el mundo que mi voluntad pues aquí sigo, a unos minutos de que acabe uno de los seis días de la semana que preferiría no salir de mi cuarto. Aunque por fin logré que me dejaran solo en la cama, en este cuarto de hospital.

jueves, 11 de junio de 2009

DESPUES DE LA CRUCIFIXION

Por momentos, pareciera que soy el mismo intento de escritor que nació en 1989, en un salón de clases.
Aquél que en su tercer año de secundaria, en los últimos días de esa etapa de formación, los últimos días del ciclo escolar, al hacer un ejercicio que el orientador (Juventino se llamaba) le dejo a unos 50 alumnos, escribió su primera obra.
El ejercicio fue escribir un texto utilizando unas 15 palabras que el orientador apuntó en el pizarrón.
En una hoja cuadriculada, que después sería guardada en la carpeta donde estaban recopilados los apuntes y tareas del resto de las materias cursadas ese año, escribió una historia de suspenso con los compañeros de grupo como personajes.
Ese primer cuento tuvo una segunda parte…
Después, salieron otras historias…
Veinte años después, el teclado de una lap sustituyó a la pluma y la máquina de escribir.
En lugar de una hoja en blanco, tamaño carta, una pantalla se llena de las letras, palabras y frases que un cerebro atrofiado transmite.
No existe una carpeta que conserve los textos. Ahora es el disco interno de la lap que me ayuda a almacenar todo lo que escribo, y de paso es una confiable memoria que jubiló a la de mi cerebro, porque ya no hace bien su chamba.
“Mario el Destripador” fue el título de mi primera historia. No llevo la cuenta de todo lo escrito en 20 años; al contrario, ya ni recuerdo de qué tratan la mayoría de esas historias.
Cuando por algún motivo reviso la carpeta donde concentro mis chaquetas mentales, me esfuerzo para recordar qué escribí y por qué lo titulé así.
Sé que muchos textos los perdí porque sólo quedaron en papel, nunca los “reescribí” para guardarlos en una computadora… mi memoria no sabe dónde quedaron esos folders y carpetas que recopilaron gran parte de mis relatos.
Me consuela la idea de que alguien al que le haya llegado una de las copias, de cualquiera de mis historias, se la acredite y publique en un libro, o haga un guión cinematográfico, que le valga el reconocimiento de la gente.
Si ocurre, no le diré a nadie que fui plagiado… seguramente ni me acordaré de que yo escribí esa obra…
Por momentos, pareciera que soy el mismo intento de escritor de hace veinte años.
Pero son menos las chaquetas, son menos las historias.
Hace veinte años eran más las ganas de escribir, que la experiencia. Ahora es más la experiencia, pero poco ánimo para teclear.
Curiosamente, todos los días mis dedos teclean para darme de comer. Es decir, no he dejado de escribir.
Escribo, pero ya no las chaquetas mentales.
Escribo, y tengo más lectores que antes.
Escribo historias, historias que son parte de una gran historia…
Como en una novela, tengo personajes principales y secundarios e incidentales; tengo un espacio donde se desarrolla la trama, y un ambiente, y un tiempo.
Pero esta historia ya no sale de mi cerebro, de mi imaginación. Son otros los que me la están dictando.
Je je je, por momentos, pareciera que soy el mismo intento de escritor que nació en 1989.
El intento de escritor de hace veinte años, escribió porque alguien lo obligó a hacerlo.
El intento de escritor de ahora, escribe porque está obligado a hacerlo.
El intento de escritor de hace veinte años, cuando se dio cuenta de que era bueno en su labor, siguió escribiendo.
El intento de escritor de ahora, se acaba de dar cuenta de que sigue escribiendo, pero ya no sabe si es bueno en su labor.
Hace veinte años, cuando escribí mi primer cuento, no pensé que seguiría haciéndolo.
Hace un rato, cuando escribí mi última nota, no pensé cuánto tiempo seguiré así.
La semana pasada, cuando escribí mi último cuento, me di cuenta de que aún tengo chaquetas mentales para rato.
El intento de escritor que nació hace veinte años, hoy sigue siendo un intento… pero hoy, esta noche, acaba de recordar por qué le gusta escribir.

martes, 31 de marzo de 2009

TODO SIGUE IGUAL

Todo sigue igual, igual, igual, igual igual..... decía Planeta Pop (una banda que hace muchos años escuché, y de la que sólo seis temas tenía en un cassette), en una rola.

me voy, regreso, todo sigue igual....

me quedo, todo sigue igual....

salgo de casa, todo sigue igual....

de vuelta a la casa, todo sigue igual......

y recuerdo que una parte de la rola Luna Polar del mismo Planeta Pop, decía, "sabes luna insólita y secreta, si no tienes alas no podrás volar..."

jueves, 12 de marzo de 2009

LA IMPORTANCIA DE CAERLE A CU

Hace algunos años, Neto, uno de los tantos vecinos que he tenido, me pidió aconsejarlo para que pudiera tomar una decisión que, a sus 20 años, era demasiado importante.
Un amigo suyo lo invitaba a viajar a la ciudad de México, un fin de semana, con todos los gastos pagados.
El motivo de ese viaje, era para presenciar un partido entre las gallinitas y las chivas, en el Estadio Azteca.
En principio, Neto aceptó la invitación. Pero cuando su patrón le negó el permiso para faltar tres días, se presentó el dilema de éste.
Mi vecino me planteó el problema: dejar su trabajo para irse al partido, o aguantarse y esperar otra oportunidad.
Dada su juventud, y el hecho de que trabajara en una tienda de abarrotes, fueron las razones que le dí para animarlo a ver a su equipo.
No tenía ninguna duda de que encontraría otro empleo, si su patrón no lo perdonaba.
Al final, Neto prefirió conservar la chamba, confiado de que llegarían más oportunidades como ésa.

La anécdota de este desconocido que difícilmente trascenderá en la historia de la humanidad la retomó porque...

Si bien los Pumas tienen millones de seguidores en todo el país, que cada semana están al tanto de sus partidos, muchos de ellos no han tenido la fortuna de verlos en vivo, desde las tribunas del estadio de Ciudad Universitaria.
Para mi resultaba natural ir a CU en domingo. Si me perdía un encuentro, no era el fin del mundo porque en dos semanas estarían de vuelta.
Pero cuando dejé el DF, para venirme a esta Playita del Carmen… Neto me hizo ver que muchos sueñan con el día en que puedan conocer la casa del equipo de sus amores.

Aunque la tecnología nos permite ver los partidos en el preciso momento en que se desarrollan, no se puede comparar con la experiencia de vivirlo al 100 por ciento.
Porque no es sólo ver a nuestro equipo en la cancha. No sólo es gritar “gol” cuando llega.
Quienes han tenido la suerte de ver a los Pumas en su casa, saben lo excitante que resulta ingresar al estadio, y que el partido no termina cuando el árbitro pita el final.
Ir a CU, es una odisea que comienza a kilómetros de distancia, cuando muchos nos juntamos en algun lugar para recorrer la ruta que nos lleva a las tribunas.
Comienza en los vagones del metro, cuando el personal de seguridad nos vigila, mientras cantamos y bailamos, preparándonos para lo mejor.
Comienza en el microbús, en el taxi o en el auto que nos lleva por Insurgentes, por Tlalpan, por barranca del Muerto; por cualquiera de las avenidas que nos dejan cerca de CU, cuando ondeamos la bandera azul y oro.
Antes de que arranque el partido, somos sometidos a constantes revisiones policíacas, por aquello de la seguridad en las tribunas.
A la salida del metro, al bajar del microbús, al ingresar a la explanada del estadio, y antes de meternos a los túneles de acceso, cientos de policías nos despojaran de cinturones, encendedores y papel que pueda ser utilizado como combustible; así como cualquier objeto que pueda utilizarse como arma.
Y si llegaste temprano, no esperes que te vendan cerveza luego luego. La venta comienza 20 minutos antes del partido, y se acaba 20 minutos antes de que el mismo concluya.
Cantar el himno universitario, también es parte del ritual.

Después, sin importar el resultado final, hay que esperar que los policías abran las rejas porque la porra del equipo rival debe retirarse primero, para no ser objeto de agresiones.
Ya en la explanada, revisar los puestos de playeras y banderas. Tomar otras cervezas, acompañando la torta o los tacos que encuentras.
Seguimos cantando, porque al domingo aún le quedan horas. Y seguramente, la fiesta la seguiremos en otra parte, lejos del estadio.

Esto se lo platiqué a Neto, ilustrándole un poco de lo que hay alrededor de cada encuentro de fútbol.
Hace otros tantos años que le perdí la pista a este vecino. Tal vez ya pudo ser parte del ritual. A lo mejor está esperando la oportunidad… no lo sé.

Sin embargo, gracias a él, cada que puedo regresar a CU, sea cual sea el rival que enfrentamos, lo disfruto al máximo porque pudiera ser la última ocasión.

miércoles, 11 de febrero de 2009

YO NACI PARA BATEAR

Si los torneos de fútbol fueran como los de básquetbol, con un ritmo de tres partidos a la semana; o como los campeonatos de béisbol, con series de tres o cuatro juegos, y en finales a ganar cuatro de siete, este deporte sería más adictivo.
Pero, ni modo, debemos conformarnos con ver a nuestro equipo una o dos veces a la semana, si participa en otro torneo aparte del local.

Hasta hace unos años, en esta región del país, que conocemos como la Península de Yucatán, el fútbol no era el deporte de mayor popularidad. El béisbol estaba por encima de éste.
Pero factores como la migración y la televisión, han logrado que el fútbol se posicione a tal grado que ya existe un equipo de primera división.

Mi padre es oriundo de la Península y, como tal, es uno de los que prefieren “la pelota caliente” por sobre el balón. Su pasión es tan grande que, puedo asegurarles, aborrece el fútbol y todo lo que gire en torno a éste.
Cuando llegué a este mundo, el sueño de mi viejo era verme en el “diamante” realizando espectaculares atrapadas y sacando “outs”, con el uniforme de un equipo grande como los Tigres o los Diablos, sino es que alguno de las Grandes Ligas.
Su sueño creció conforme daba muestras de mi talento en la Liga Anahuac, una escuela de béisbol en la ciudad de México donde aprendí a batear y cachar, y entender las reglas del juego.
Una de las grandes alegrías que le di a papá, fue obtener el trofeo de máximo jonronero y, con mi equipo, el campeonato del circuito de las Ligas del Distrito Federal, en la categoría 5-6 años.
“Tiene madera para llegar a Grandes Ligas”, presumía él a sus amigos.

Ahora, cuando llego a visitarlo, no falta su comentario: “tú deberías estar ahí en el campo”, mientras disfrutamos algún partido de los Leones de Yucatán.
Y en cada ocasión que me suelta este reproche, el pobre no se da cuenta que me hace odiarlo más a él y su deporte, y querer más a mis Pumas y el fútbol.

Mientras miró en la tele un partido de la Serie del Caribe, por mi mente cruzan las palabras de mi padre y que me motivan a escribir estas líneas.
¿En verdad tenía talento para ser un beisbolista?

En algunas ocasiones, cuando los Pumas pierden un partido, suelo recibir la llamada de mi viejo, quien más que querer saludarme y saber cómo estoy, prefiere burlarse, aprovechando el momento anímico por el que paso.
Je je, me doy cuenta que las derrotas universitarias reviven en mi padre aquéllas esperanzas de ver en mi lo que él no pudo ser tampoco.
Ni modo, viejito, como dice uno de los cantos Puma: “es un sentimiento que no puedo parar”.

viernes, 16 de enero de 2009

PARA VOLVER A ESCRIBIR

Para escribir nuevamente, hace falta regresar a los orígenes...
Me sorprendo de mi incapacidad para vaciar mi cerebro a través del teclado, que vuelve a fabricar historias mórbidas que merecen ser leídas.
Ya recuperé el tiempo que, según yo, hacía falta para destramparme como años atrás era; el tiempo que se necesita para lograr un orgasmo cerebral; el tiempo suficiente para describir mi última chaqueta mental...
¡Y ahora resulta que no puedo porque no sé cómo! tsssssss, ¡puras fallas conmigo!

Más cagado: quiero enseñar a otros a masturbar su cerebro para plasmar la experiencia en letras, jua jua, cuando no he podido hacerlo una vez más.

Frustado por no poder coordinar las ideas, me doy cuenta de que necesito comenzar de la misma manera que lo hice la primera vez:
Primero, no preocuparme porque las líneas estén mal redactadas y el lenguaje sea pobre. al detenerme en este tipo de detalles pierdo el control de la puñeta que, en ese momento, es más importante.
Segundo, escribir en cualquier parte los orgasmos eventuales que deleitan mi tatema pues, de no hacerlo, mi problema de memoria hará de las suyas, impidiendo que pueda recrear más adelante esa sensación que capturó mi mente.
Tercero, escribir escribir escribir... una línea al día, por lo menos, como me aconsejara un día el pendejo que escribió un diario.

y debo tener en cuenta que no hay nada como las chaquetas mentales... el placer que dan es infinito y merecen conservarse en algún lugar...