Desde hace varios días, casi suman un mes, quiero escribir una historia que, me parece, reúne los requisitos que justifiquen el tiempo a dedicarle en su elaboración.
Pero, no es que el ritmo de vida agende mis actividades según la importancia, para pensar ahora que mis textos sólo los escribiré si valen la pena. De hecho, hasta me sobran horas del día.
Tampoco tengo un bloqueo mental, como ha pasado en otras ocasiones, que me impida vaciar mis ideas en esta pantalla.
Ni el desgaste de las neuronas, ni el deterioro de mis funciones cerebrales, tras 17 años de trabajo bajo los efectos del alcohol; 9 años laborando horas extras, hasta altas horas de la noche, ocasionalmente con turnos de 48, 72 y 96 horas; y 6 años manteniendo este ritmo con la ayuda de “vitaminas”, es la causante de que aún no escriba la historia que pretendo.
Es una historia que no quiere ser contada, así de simple. No en este momento.
Por ahora, prefiere refugiarse en uno de los pocos compartimentos que le quedan a mi memoria.
Esta historia quiere crecer, desarrollarse, para que, cuando sienta que está lista, salga de su escondite, revelándole al mundo lo que hoy sólo yo conozco.
Quizá mañana, en una semana, un mes, 10 años… mejor que sea la propia historia quien diga cuándo podremos conocerla.
viernes, 11 de septiembre de 2009
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