domingo, 9 de diciembre de 2007

Atlante, del caballo errante a los potros errados

Por Fernando Morcillo

La cosmogonía maya nos enseña que la historia es cíclica y por eso el calendario es un círculo que después de 52 años comienza otra vez.
Así como, los mayas, un pueblo errante y caminante que se instaló en diversas ciudades y desapareció, el Atlante ha cabalgado en busca de un hogar.
Esto no tiene nada de malo, la misma historia quintanarroense me ha enseñado, porque he sido parte de ella, que la mayoría de los que acá vivimos somos errantes en busca de un hogar, una tierra donde instalarnos.
Los potros de hierro llegaron apenas hace sies meses, quién lo iba a imaginar, que tendríamos equipo de fútbol.
Quién lo iba a imaginar que serían los campeones.
Por mi parte, yo soy puma desde que estaba en la cuna y con pumas yo me voy hasta la tumba.
Los potros dieron una alegría a muchos, es verdad, a otros más sí que nos dolió.
Pero las derrotas se aceptan y ésta la aceptó como la acepté hace dos años cuando el Boca Juniors nos ganó una final internacional.
La acepté como otras que el América nos ganó hace ya varios años.
Pero lo que yo no aceptó es que gente que se dice quintanarroense y ahora hasta atlantista, haya celebrado una victoria que no les correspondió.
Donde yo ví el partido, éramos unas 10, 15, personas con camisetas y gorras. Y más de medio centenar de gente que celebró al Atlante al anotar los goles y coronarse.
Bien, esa era gente que el miércoles pasado estaba molesta por perder otra final, gente que una semana atrás estaba molesta por quedar fuera de la final y que hace quince días estaba molesta por quedar fuera de las semifinales. Veletas les dicen por acá.
Es decir, había agente que celebró un sólo día la victoria y a quienes yo les preguntó, donde estaban el 11 de agosto cuando el mismo equipo le ganó a los Pumas.
Dónde estaban, cuándo el potro perdió el invicto.
Con quién estaban hace una semana o hace quince días.
Otro ejemplo, el 11 de diciembre del 2004, yo me encontraba en la ciudad de México, en el Ángel de la Independencia del Paseo de la Reforma, gritando y cantando y diciéndole a los que iban a cantar las mañanitas a la Virgen de Guadalupe, que el festejo era más allá.
Todos los que ahí celebrábamos portábamos una camiseta, una bufanda o chamarra para el frío, pero siempre dos colores. Azul y Oro.
Anoche, en la tele observaba que los que bailaban y cantaban en la glorieta del Cebiche la mitad de ellos sí tenían los colores del equipo.
Y la otra mitad?
Acaso se les olvidó que era la final?
La lavandería no entregó a tiempo esos uniformes?
Y lo mismo en Playa, cuando regresaba a casa por la Quinta avenida, sólo ví playeras Pumas, y gente sin uniforme que celebraba una victoria ajena, si acaso unos dos o tres que sí la tenían y a quienes se los reconocí.
Como se lo reconocí por teléfono a un viejo amigo y que siempre ha estado enfundado en esa camiseta.
Llegué a Quintana Roo hace 9 años, y con el paso del tiempo me he aprendido el himno al estado, porque ya me pusé esta camiseta que se llama Quintana Roo.
Pero también tengo arraigado el himno de la Universidad, el que se canta en cada juego en CU; como el himno nacional.
La gente que ayer celebraba, puedo asegurar que ni el 20 por ciento sabe siquiera que quien compuso el himno a Quintana Roo se llama Ramón Suárez Caamal, mucho menos la letra.
Ahora yo le preguntó a esa gente que anoche celebró, ¿para el próximo torneo se pondrá la camiseta que no uso anoche, o le seguirá fiel a sus colores y a esperar que nuevamente el Atlante les dé la satisfacción que su equipo no les dió?
Si en verdad se identificaron con el potro errante, aquél que desde su último campeonato pasó del azulgrana al azteca, a Ciudad Deportiva y hasta por Neza para regresar al estadio Azteca antes de llegar a Cancún, me parece que debieron hacerlo desde antes y no desde anoche.
Y nuevamente reconozco al campeón, el que se lo ganó y a la gente que sí lo siguió, pero yo no reconozco a quienes anoche cantaron una victoria que no fue suya, porque “Por una copa yo no cambio el corazón; borracho soy, qué loco soy”.